18/1/08

La población actual gasta 500 calorías menos diarias que hace 50 años *

La población actual gasta 500 calorías menos diarias que hace 50 años

Los fármacos son una ayuda para realizar ese cambio de costumbres o para hacer una dieta pero, según miembros de la SEEDO, “están muy lejos de llegar a ser el primer escalón en el tratamiento de la obesidad”
Redacción, Bilbao (18-1-08).-La epidemia de obesidad que sufren los países más desarrollados se asienta en dos factores fundamentales como son la modificación de los hábitos de vida “hacia un mayor sedentarismo” y el mayor aporte calórico en la dieta “propiciado en gran medida por el aumento de los azúcares simples y de las grasas en la dieta”. Por ello, la doctora Susana Monereo, miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), ha abogado por hacer un mayor hincapié en las campañas de prevención de la obesidad “desde las primeras etapas de la educación infantil” y por la necesidad de afrontar la obesidad individualmente, “desde el replanteamiento de los hábitos de vida del paciente”.
Estas declaraciones las ha realizado la también responsable de la sección de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Getafe con motivo de la celebración ayer jueves en Bilbao de una nueva edición de Encuentros con la Salud, una iniciativa organizada por la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, el diario El Correo y la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU), y que en esta ocasión ha contado con la colaboración de la farmacéutica Abbott.
Menor gasto energético
En los últimos veinte años el ejercicio dentro de la población ha ido disminuyendo de una forma, “ya no llamativa, sino alarmante”. De este modo, “el gasto energético ha bajado de forma notable, de tal manera que una persona gasta hoy 500 ó 600 calorías menos que hace 50 ó 60 años, llevando el mismo tipo de vida que se puede desarrollar hoy”.
Los pequeños cambios en la actividad cotidiana que se han ido introduciendo en el modo de vida actual “como el ordenador o la televisión”, han hecho que el gasto calórico corriente y cotidiano se haya reducido mucho. “Si a eso le sumamos que el ocio ha pasado de ser un ocio activo a ser un ocio pasivo y sedentario (cine, etc.) y que además es un ocio que en muchas ocasiones lleva asociado el consumo de alimentos, es sencillo entender por qué es tan difícil adelgazar y tan fácil engordar”, tal como ha indicado esta experta.
Problema epidemiológico
La experta ha explicado que el cuerpo humano, “como un organismo vivo especialmente diseñado para sobrevivir”, tiene mecanismos muy potentes para defender el almacenaje de energía y “muy pocos —y muy poco potentes—- para desprenderse de la energía que ha almacenado en exceso”.
En los grandes estudios epidemiológicos que se han hecho en Estados Unidos y Europa, “se ve con claridad” que de una forma progresiva “la cantidad de grasa total que comemos ha ido aumentando en la dieta”, de forma que, en general, en los países occidentales y en los países en los que la obesidad se está presentando como un problema epidemiológico, “la cantidad de grasa (tanto grasa buena o grasa saturada o mala) ha pasado de un 30 por ciento del aporte calórico total, a estar por encima del 40 por ciento o incluso más”. Según ha recordado la doctora, la grasa, “sabiendo que es un alimento que facilita el engorde, es decir, el acúmulo de grasa, es un factor claramente favorecedor de la obesidad”.
Fármacos contra la obesidad
.Hoy sabemos que lo que adelgaza realmente es cambiar los hábitos de vida. “Uno solamente adelgazará en función de lo que sea capaz de cambiar sus hábitos”, según esta miembro de la SEEDO.
Por tanto, los fármacos son una ayuda para realizar ese cambio de costumbres o para hacer una dieta “pero están muy lejos de llegar a ser, alguna vez, el primer escalón en el tratamiento de la obesidad. Por el momento, a la hora de prescribir un fármaco, aparte de que tenga una clara indicación debe demostrar que es eficaz y seguro”.
En lo relativo a los fármacos que bloquean los receptores endocannabinoides, “abren una vía de esperanza”, pero hay que utilizarlos con cautela, “ya que en alguno de ellos se han visto efectos secundarios relacionados con trastornos del estado de ánimo y sólo deben ser usados en pacientes en los que están indicados”, tal como concluye dicha endocrinóloga.

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